Los medios son los fines

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Los medios son los fines es una campaña.

Contenido

La deliberación horizontal e inclusiva

Caminante, son tus huellas el camino, y nada más;

caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.

Antonio Machado


Resultará difícil encontrar personas que abiertamente rechacen asumir procedimientos deliberativos, horizontales e inclusivos, en la toma de decisiones. Pero aún más difícil será encontrar la que esté dispuesta a hacerlo antes de que su prioridad real esté satisfecha. Todo el mundo se dice demócrata, pero siempre como segunda opción, primero son católicos, o socialistas, o banqueros o lo que sea, y sólo recurrirán al debate o el sufragio cuando han impuesto sus prioridades, mediante la fuerza o el engaño la mayoría de las veces.

Sin embargo, en Política Corto Plazo tenemos muy claro que la sociedad sólo podrá funcionar de forma equilibrada cuando todas las personas asuman la deliberación como prioridad. En nuestra idea de la gestión, las decisiones se toman con la participación activa de las personas y son, por lo tanto, responsabilidad de todas ellas en el esfuerzo de llegar al consenso en un clima de concordia. En la participación está el medio para exponer los valores e intereses individuales en un contexto de comunidad, y en su elemento dinámico la fuerza que disipe la amenaza de tiranos y dictaduras. Los disensos y enfrentamientos se resuelven con la deliberación, la horizontalidad y la inclusividad, la tolerancia y la razón. La sociedad resultante es así la obra de todas.

Los valores deliberativos son tergiversados, desmotivando la participación, si abordamos esta desde los prejuicios, la ansiedad o el egoísmo, por ejemplo, valores tan claramente presentes en las herramientas de la política parlamentaria, donde no podemos participar y donde no hay debate alguno, porque quienes allí van no nos representan ni podrían hacerlo, como contrarios a nuestros objetivos de gestión de lo común. Es preciso por tanto transformar totalmente el modelo político en algo que no podríamos nunca conocer con exactitud, menos aún plantearlo actualmente, tal y como se nos solicita a veces, como una alternativa inmediata al aparato de dominación vigente. Porque se trata de algo que está por hacer, y que sólo será posible si empezamos a hacerlo todas juntas.

Sin mayores pretensiones que el interés en que se consideren por las asambleas, como queremos se consideren en la nuestra, vamos a intentar resaltar estos valores deliberativos en este documento.

La asamblea no es un medio para un fin, sino una realidad en sí misma

Otra de las equivocaciones señalables al utilizar el asamblearismo es considerarlo un medio para llegar a formas de organización diferentes – generalmente verticales y jerárquicas –. Pero la asamblea de iguales es un espacio completo en sí mismo, donde se desarrollan y florecen relaciones sociales y personales completamente distintas a las de los sistemas autoritarios, y que se fundan sobre la igualdad, la solidaridad y la cohesión en lo común. La horizontalidad propone formas de relación y de participación completamente diferentes a la verticalidad, y podemos incluso afirmar que forma personas totalmente distintas. El condicionamiento psicológico cambia de manera radical de un proyecto horizontal a uno autoritario. El patriarcado, por ejemplo, no tiene sentido alguno dentro de una sociedad no autoritaria, como tampoco el machismo, el militarismo o los sistemas policiales, por poner sólo algunos ejemplos. En la búsqueda de una sociedad igualitaria y sin clases, la asamblea no es un medio. La sociedad sin clases y la asamblea de iguales son dos caras de la misma realidad, que se van realimentando y construyendo juntas.

Extracto de un texto de Política Largo Plazo que suscribimos completamente.

El disenso

La cultura de la confianza

Existe una cultura afectiva de la política que vincula el consenso con la confianza. Permea desde los discursos partitocráticos y gubernamentales más rancios hasta los imprescindibles discursos feministas de la economía política del cuidado. Existe una larga tradición de discurso político occidental que reclama la confianza y la vincula a la delegación, y el cuidado al paternalismo (literalmente del pater familias) opuesta a la perspectiva republicana del gobierno de todxs por todxs: ahora lo llamaríamos gobernanza. En España la tradición es poderosa, porque durante largo tiempo configuró su discurso imperial. El reclamo de la política del cuidado en estos lares católicos, en que la contradonación se oponía a la usura como concepto, pero permitía encubrirla (a la banca se le debía una contradonación por amor, que no interés, decía el discurso oficial), en que el monarca se definía como padre y pastor amoroso y en donde discusiones en la plaza pública sólo existían a nivel local (en concejos abiertos, pero muchas veces controlados por caciques, ricos por la gracia de Dios, ya que no estaba garantizado el pan mínimo para cada cual), encierra ciertos peligros. Entre los argumentos de la derecha rancia, el de la politología tradicional, y los de los feminismos ecológicos no hay más en común que ciertos términos. Uno de ellos es la confianza.

Confianza significa tener fe, es algo indemostrable, se trata de no mirar y no ver, es posiblemente lo opuesto a la política entendida de forma aristotélica, sin embargo se parece mucho al lenguaje católico de la política imperial hispana, el lenguaje de gobernanza, de gestión ajena a la participación, a la autogestión y mucho más a la deliberación. Además, ese lenguaje de la confianza es también un lenguaje amoroso, ambos de cuño teológico (las virtudes teologales son: fe, esperanza y caridad). Frente a la confianza como punto de partida, se podría oponer la construcción de la confianza mediante protocolos respetuosos, mediante procedimientos de actuación. El amor también se construye, día a día. Se trata de una especie de confianza secularizada en que, en vez de achacar desconfianzas y desamores de unas hacia otras cuando existe un desacuerdo en una discusión, se delibere, por cuidado y amor, con quien tiene un punto de vista diverso, y si las posturas no se acercan se reconozca que existe un disenso y que dicho disenso es relevante.

Aprender a disentir y aprender del disenso

Si no sabemos deliberar y conversar, mucho menos disentir. De todo lo que escribió Maquiavelo (que en cuestiones de politología clásica es desde luego parte del canon) lo que se olvida es que ubicó el disenso en el centro de su sistema ideal republicano. Es decir: la república significaba la participación de todas en el gobierno de todas, y los disensos eran núcleo del sistema: la deliberación y discusión constante generaban acuerdos parciales, siempre dinámicos, como los propios acontecimientos, como la propia vida. Frente a este tipo de planteamientos existe la ética del consenso por parte de mayorías. Ni que decir tiene que resulta excluyente (de minorías, sean o no minoritarias en términos aritméticos). Se añade a eso la necesidad de reclamar discursos hegemónicos y/o mayoritarios y reclamos de unión, y argumentos o acusaciones de “radicalidad” o de “falta de realismo”, reproduciendo el lenguaje y discurso político huero de la partitocracia. Esa retórica acaba siendo asumida en virtud de argumentos finalistas, muchas veces muy loables, por parte incluso de quienes proponen alternativas, planteándose que, dada la sociedad mediática en la que vivimos y cómo funciona, hay que compartir modos y lenguajes. El problema radica en que sobre esta base con dificultad se pueden plantear alternativa alguna.

Pero existen formas de disentir (supuestamente minoritarias) que no coartan acciones (supuestamente mayoritarias). Vivimos agarrotados entre dualismos, entre afectos mediados. Consideramos que estamos eligiendo constantemente entre dos polos, forzando a los demás a asumir posturas propias, lo que, para empezar, nos impide modificar las nuestras viendo más allá: ahí en donde ni sospechábamos que existía paisaje. Distintos cursos de acción no tienen por qué ser excluyentes, lo que es preciso es reconocer que existen, con la afabilidad del existir, y tratar de respetarlos y de llegar a cursos de acción inclusivos con tesón. Porque otra cosa nos hace perder MUNDO, realidad, constituida por el punto de vista de todas, incluso el de quienes no pueden expresarlo, incluso más allá de los “lenguajes humanos”. Por supuesto existen límites al disenso o al consenso: y estos son los de la exclusión del resto. El respeto es imprescindible, es cuidado y es amor. Tal vez deberíamos empezar a pensar en la ética y política del disenso como lo más definitorio de una verdadera democracia.

Política no es ideología

Se dice a menudo que una decisión está "politizada", sin embargo las decisiones no pueden politizarse, porque son política por si mismas, tengan ideología (de la convencional izquierda-derecha o de otro tipo, religiosa, sectaria o de la clase que sea) o no, en cuyo caso se consideran decisiones más "objetivas", pero que hay que señalar que también tienen razonamientos, condicionantes, no sólo económicos, sino estéticos, etc. Hacemos política cada vez que decidimos respirar de nuevo. Puede parecer un simple matiz, pero basta un ejemplo para ver lo bien que esta mentira sirve al régimen: en España, las decisiones fundamentales las toma Emilio Botín, quien dice además que estas decisiones no están "politizadas". Claro, son decisiones de las que hemos llamado "objetivas", libres de "ideologías", pero en su caso fundamentalmente económicas, que no deciden sólo lo que ganarán los accionistas del Santander sino la suerte de todas, son política, desde luego, y de la heavy.

Se da el caso además de que estas decisiones, que se desvinculan de la "política" (una vez engañadas las masas acerca del carácter ideologizado del término) se consideran por eso mismo razonables, muy dignas de tomar -qué va a hacer el hombre, lo que le interesa- mientras que las que toma un parlamento se consideran ideologizadas "per-se" y son por tanto discutibles hasta por el que asó la manteca. Bien, estas decisiones politizadas, por mediación de un parlamento en el que una marionetas gesticulan y se contorsionan sin que se sepa bien por qué, son las únicas que se nos dejan tomar a la gente, mediante la intermediación de esta cosa llamada partidos, con urnas y banderitas, que tanto se parecen a sectas o peor aún mafias. No se nos deja por tanto tomar decisiones razonables, objetivas, nosotras no podemos tomar las decisiones que tenemos que tomar, las que nos interesan, como sí puede hacer el señor Botín al respecto de su banco y sus cuentas en Suiza, no podemos decidir si queremos un parque o cemento en la plaza del barrio, para tomar esa y las demás decisiones que podríamos tomar, que son todas, se nos imponen estas mafias en las que nadie confía, ni por arriba ni por abajo. Cuando nos referimos por tanto a las libertades políticas, no nos referimos a la capacidad de las personas de portar banderitas de colores o de votar mafias para que les roben los cuartos, sino a su capacidad de tomar decisiones, a su libertad para decidir sobre las cosas que les importan o afectan.

El sujeto de libertades y derechos

Las libertades y derechos sólo pueden ser individuales, aunque se ejercen colectivamente en todos los casos. Sólo en las personas pueden y deben recaer las decisiones, sometiéndose al análisis de su ideología personal. Los entes, las unidades territoriales, los idiomas, las marcas y las empresas, los organismos o las multinacionales y las banderas, y las ideologías colectivas que representan, no tienen derecho ni libertad alguna (ver laicismo ideológico).

Más allá de las condiciones deplorables en las que se ejerce la participación en la política en el mundo, los parámetros de ciudadanía en los que se permiten cuando se permiten dan miedo; se encuentran al límite o sobrepasan derechos humanos elementales. En las actuales circunstancias, como siempre ha venido siendo, el llamado ciudadano sólo puede serlo por la existencia de otrxs, que serán esclavxs.

Se reclama y se practica un sujeto de ejercicio de las libertades completamente diferente al que se impone, basado en la inclusividad y en la subsidiariedad. La participación sólo debe estar limitada por la libertad y la voluntad de la persona en ejercerla, en función de lo que le importa o afecta.

Representación, delegación, portavocía

Si deseamos unirnos para hacer alguna cosa es necesario en primer lugar existir como ente autónomo que desea esa unidad. Hay muchas cosas que es mucho mejor que hagamos juntas, pero hay otras muchas que para que sean posibles deberán seguirse haciendo por separado. En un sistema de decisiones basado en la horizontalidad, nadie puede ser suplantado. Cada persona es soberana, y debe ser en honestidad permeable en ambos sentidos a los contenidos y el devenir de la asamblea en la que participe. A la hora de coordinar acciones entre distintas asambleas, o tomar decisiones en conjunto, es razonable que se generen espacios de coordinación, dinamización, temáticos o incluso de gestión, y que las asambleas interesadas designen portavoces que acudan a representarla en mayor o menor medida, con el evidente peligro que conlleva para estos principios: estos espacios podrían actuar autónomamente e imponer sus decisiones a las asambleas congregadas, desmotivando la participación y terminando por ser exactamente lo mismo que pretendíamos transformar.

La forma en la que gestionemos la autonomía de estxs portavoces será la clave que nos permitirá mantener la toma de decisiones en nuestra asamblea, en un entorno horizontal, o permitir que se nos impongan verticalmente desde un estamento que se proclame superior, de forma que su "libertad de acción" en el estamento superior será inversamente proporcional a la libertad de decisión de lxs miembrxs de la asamblea que representa. Igualmente deberemos cuidar que las funciones de estos espacios se limitan a ser las que les interesa a las asambleas que lo conforman, respetando de esa forma su autonomía y tratando de integrar los disensos, no imponiendo, ignorando, excluyendo o fagocitando. Limitar las funciones de estos espacios a la orientación temática, de coordinación o dinamización de acciones específicas, es lo más recomendable para evitar que ninguna estructura se imponga sobre las que dice representar.

Es preciso por tanto seguir haciendo muchas cosas por separado, aunque podamos hacer otras muchas juntas, respetar la autonomía de cada espacio, en aplicación del principio de subsidiariedad, no sólo por sus ventajas en la gestión, también para la lucha y la protesta contra el régimen autoritario que sufrimos, que conoce perfectamente como desactivar indivíduoos o NIF's, pero sufre cuando enfrenta focos separados de protesta, centros autónomos sin caras ni ubicaciones visibles, y cuantos más haya y más dispersos sean, más sufre. Porque él es así, centralizante y jeaárquico, por eso lo combatimos.

El laicismo ideológico

Este concepto se encuentra en estudio y desarrollo.

Las libertades sólo pueden ser individuales, aunque se ejercen colectivamente en todos los casos. Sólo en las personas deben recaer las decisiones, sometiéndose al análisis de su ideología personal. Los entes, las unidades territoriales, los idiomas, las marcas y las empresas, los organismos o las multinacionales y las banderas, y las ideologías colectivas que representan, no tienen derecho ni libertad alguna.

Las identidades ideológicas colectivas son globales, universalizadoras, y por tanto impositivas, paternalistas y patriarcales. Si tienen "utilidad" práctica, más allá del adocenamiento de quien las asuma, es la exclusión de quienes no abarca y su silencio frente a su colonización material. La ideología como reflejo de la identidad no debe trascender el ámbito de lo personal pues dicha necesidad identitaria es personal. La deliberación y la toma de decisiones sería más inclusiva si supusiese que éstas tienen en cuenta la diversidad y el intercambio entre quienes comparten y no presupuestos finalistas (ideológicos).

En ese sentido, tan necesario es para las personas disponer de sus propios principios ideológicos, desde los cuales evaluar cada tema en debate, deliberar en asamblea sobre ello y tomar su decisión, como evitar que estas decisiones se tomen en su nombre por ideologías supuestamente superiores, o dejar que estas ideologías colectivas, por activa o por pasiva, distorsionen sus intereses y manipulen sus decisiones. Debemos practicar el laicismo ideológico/identitario colectivo y exigirlo en los procesos deliberativos y de toma de decisiones.

Funcionamiento inclusivo Funcionamiento no inclusivo

Los partidos políticos

Se trata de herramientas de la democracia llamada representativa, basada en la libertad de elección de representantes, que se interponen entre las personas y la toma de decisiones, es decir, su función es la de tratar de que no participemos en política, que no tomemos las decisiones sobre aquello que nos importa o afecta. Estas decisiones las tomarán por nosotras un reducido grupo de respresentantes emanado de estos centros de poder, siendo así mucho más fáciles de corromper por el poder financiero.

Constitución española de 1978. Artículo 6. Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.

No es sólo entonces por su formato actual, sino por su propia naturaleza por la que devienen en instituciones piramidales y sectarias, mucho más parecidas a mafias que a ninguna otra cosa, y por lo que están llamados a desaparecer más tarde o más temprano. PCP tratamos de desarrollar un Manual de uso de los partidos políticos que establezca los requisitos de control de la Democracia interna en partidos políticos y sindicatos.

Contra el Estado y su violencia

La polarización innecesaria de los ideales de las personas, el colonialismo ideológico de las masas, es utilizado por las élites mediante instrumentos como los partidos políticos para desunirlas premeditamente. Sabemos por ejemplo que algunas personas dicen estar contra el Estado por ser incapaz de satisfacer los intereses de las personas, mientras que otras dicen pretender un Estado poderoso que sea capaz de satisfacer esos mismos intereses. Sin embargo, resulta evidente que las primeras no están contra toda clase de ordenamiento, al menos no están contra uno que lograse satisfacer a las personas, excepto algunos sinvergüenzas, y de hecho esas personas tienden o organizarse de alguna u otra forma. Por su parte, con la excepción de algunos sinvergüenzas, las segundas no desean un Estado como el vigente, y menos todavía como aquellos que el comunismo viene poniendo en práctica, sino algo muy diferente, algo que quizá no podría llamarse ya Estado y sin duda sería muy parecido a lo que buscan las primeras.

Igualmente, hay personas que rechazan la violencia como herramienta, y por tanto rechazan en primer lugar la del Estado, como violencia primaria y precursora de todas las demás. Otras sin embargo, toleran o tratan de ejercer ellos mismos alguna forma de violencia contra el Estado, como respuesta a su represión o como mera autodefensa. Salta a la vista que estas personas están de acuerdo en lo básico: condenan y rechazan el monopolio del Estado en el ejercicio la violencia. Excepto algunos sinvergüenzas, los mismos de antes, que lo que desean es hacerse con el Estado tal y como se encuentra para poder ser ellos y no los otros quienes nos repriman con la misma o peor saña.

Cuando nosotras decimos por tanto que estamos contra el Estado y su violencia, lo que pretendemos decir es que es precisamente la necesidad de la existencia del monopolio de la violencia por el Estado lo que lo invalida completamente como herramienta de gestión de la comunidad, que nosotras queremos otra cosa muy distinta, un ordenamiento que hagamos entre todxs y nos satisfaga a todxs y por tanto -esa será la prueba de aque así es- no sea necesario imponer mediante la violencia de la represión.

El activismo pro/anti sistema y la ética del poder

El activismo que se centra en unos fines concretos, y se olvida de los medios para conseguirlo, es burlado por las élites del poder cuando el sistema asume estos fines, pero los ejecuta sin embargo de forma acorde a sus medios: imponiéndo su interpretación mezquina de forma autoritaria mediante la violencia o el engaño (1).

Por poner dos ejemplos, hace apenas algunos años el racismo o el machismo eran legales, y el activismo antiapartheid o feminista perseguido. Hoy están ambos asumidos por el poder... a su manera. Esto no dice nada bueno acerca de la costumbre de muchas de asumir las leyes del estado como parámetros éticos útiles en época alguna, pero nos muestra sobre todo el evidente engaño: no era el objetivo de los activistas que los afroamericanos o las mujeres fueran también esclavos del capitalismo, como los hombres blancos. Esa ha sido sin embargo la oferta del sistema, que hemos tenido que aceptar por la fuerza, y contra la que una vez normalizada cabe poco o nada ya que objetar.

Es obvio lo que ha fallado: no se trataba de pedir el fin del racismo o el machismo, sino de exigir que seamos nosotras, la sociedad en su conjunto, la que los erradicase a su manera, poco a poco o mucho a mucho pero en su lógica igualitaria. El objetivo de las luchas no debe por tanto limitarse a determinados valores, asumibles por el sistema, cambiantes y que te pueden situar dentro o fuera, sino también y sobre todo sus protocolos o procedimientos, el hecho de que estos u otros valores no se impongan y se decidan entre todas. Porque quizá mañana, según convenga, las élites pueden volver a instaurar el racismo institucional y nos lo tendremos que comer con patatas.

El principio de subsidiariedad o swaraj

Creemos que es mejor que tomen las decisiones las personas a quienes más de cerca les afectan e importan. Las pequeñas comunidades saben mucho mejor lo que les conviene que aquellas más grandes en las que a veces se engloban y que, de alguna forma, las colonizan. Obviamente, una de las principales necesidades de las pequeñas comunidades es su integración en otras más grandes, para poder lograr objetivos positivos en común, pero las decisiones siempre deben partir de abajo arriba, nunca imponerse de arriba a abajo.

Partimos de una globalización absolutamente errónea, basada en unos parámetros delegativos, verticales, cimentados en la confianza hacia el que manda desde arriba y la desconfianza hacia quien camina a nuestro lado. Una parámetros y valores equivocados y antinaturales que se han extendido desde la altura hasta la misma base de la gestión vecinal y rural mientras se nos mantiene en realidad virtual. Pero es sólo desde la base desde donde podremos recuperar poco a poco terreno para la gestión horizontal de las cosas que nos importan y afectan.

Definición de subsidiariedad de wikipedia (español). Definición de Swaraj de wikipedia (español).

El control y gestión pública de lo común

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Control y gestión pública de lo común: Tratando de establecer unas pautas genéricas para la gestión democrática entre todas de lo comun. Estas pautas se desarrollarán en cada ámbito específico. Tenemos aún pendiente resumir el trabajo realizado en las jornadas.

Las Libertades Políticas y el Poder Constituyente

Con el molde que se nos da, la elección de representantes, la única libertad política que no está prohibida en España, sólo se puede obtener una tras otra la misma pieza, el mismo gobierno-fotocopia, el color del papel con el que lo forremos no cambiará más que en la cosmética su alcance y objetivos. Esta herramienta del poder sólo nos sirve por cuanto pueda ser capaz de liberar las herramientas de las asambbleas, como buscamos con La contracampaña permanente. Estas herramientas son la clave que posibilitará nuestra participación en la política, en lo local y en lo global, preferentemente gestionando directamente las cosas que nos importan o afectan, lo común, pero también, si así lo decidimos, mediante representantes debidamente controlados.

Liberpoli 7dic.png Cada 7 de diciembre conmemoramos el Día de las Libertades Políticas en el que se reclama al Régimen español que abandone su autocomplacencia y evolucione de una vez hacia un sistema que al menos pueda denominarse como democrático, en el que las personas dispongamos al fin de libertades políticas.
Constituyente.png Taller del Poder Constituyente (en constante evolución) como expresión suprema de la voluntad popular, por encima de rigor legalista de los textos constitucionales. Cómo hacer los procesos constituyentes ordinarios y constantes, quién detenta el poder constituyente y cómo ejercerlo permanentemente


Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo, y aún están dentro de nosotras mismas. Piensa globalmente, actúa localmente. Los medios son los fines.



Política a Corto Plazo, Acampada Sol, 15M

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